domingo, 19 de diciembre de 2010

Qué vacío.

Esa pintura en los ojos le daba una dimensión eterna que lo hacía caer y caer... nunca golpear el suelo hasta que sus pupilas le reflejaran el odio que únicamente ella le tenía. El suelo sonaba como un buen lugar en ese momento. Decir la verdad no le permitió unos minutos de quietud y pensamiento. La verdad es, al final de cuentas, inútil. Ésta no influye en las decisiones de nadie. Solamente es un dato que entorpece los actos de las personas.

Volteaba a ver las luces borrosas de los edificios que parecían engullirlo en penumbra. Lo único que evitaba era caer en esos ojos. No la veas, no la veas, se repetía a sí mismo. Recordaba que antes no podía esperar a verla. Agradecía su vista. La habilidad de contemplar... No: admirar. No tenía algo planeado. Soñaba con arreglarlo todo con un beso. Soñaba con un final feliz. Soñaba con volver, su torpe mano en contacto con la delicada y fina mano de ella. Todo se derrumbaba antes de ser construido.

Antes de notar un esbozo de sonrisa, veía dolor en sus labios. Antes de ver sus manos tomando amorosamente las propias, la derecha le daba un golpe en la mejilla. Se acabó el tiempo de pensar. En realidad, nunca lo hubo. Lo que en realidad acabó fue su falsa esperanza de corregirlo todo.

La mano temblorosa tocaba la piel golpeada, mientras veía su hermoso pelo alejarse por la acera. Más penumbra, y las luces ya se difuminaban con la oscuridad.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cada y cuando

Cada y cuando, un simple grillo no hace sonar su típico sonido chirriante y horrible, sino que verdaderamente utiliza su boca para entonar canciones tan bellas que no se pueden traducir a ningún lenguaje humano.