sábado, 30 de abril de 2011

martes, 5 de abril de 2011

Difícil de creer

A José,

Hola. Probablemente no me recuerdas. ¿Quieres una pista? Me conociste hace treinta y seis años. ¿Ya te acordaste? ¿No? Intenta recordar… Otra pista: estoy lleno de ideas originales y de ganas de salir adelante. Soy tú en la universidad. Difícil de creer, ¿no? ¿Cuándo hubieras pensado que tu tú de hace casi cuarenta años iría a escribirte una carta? Sorprendente, diría yo (o sea tú). Pero antes de que empiece a divagar, te diré el motivo de mi mensaje.

Recientemente (en una clase de análisis de información financiera, cabe aclarar) tuve una taquicardia que me mantuvo con el ceño fruncido durante buena parte de la clase. ¿Pregúntame si me quejé en todo ese tiempo? No. Nada. Cero. Y a medida que el dolor iba amainando me daba cuenta que no era un dolor mío mío. Era ajeno a mí pero que al mismo tiempo lo sentía en mi corazón. Supe en ese momento que el dolor era mío y tuyo. Ahora, deja te aclaro: yo no voy a estar haciendo investigaciones sobre qué te está pasando que hasta tu pasado (o sea yo) lo resiente. La única vez que algo así me había pasado fue cuando sentí una chispa de luz por una chica. Sí, un adolescente con ganas de amar … Creía que me iba a morir.

En fin, para no hacerte el cuento largo (porque sé que no tenemos el tiempo para estar ocupados en cosas tan simples), sólo te quería decir que, hagas lo que hagas de tu vida como hombre de edad madura, evítate los actos de bondad o de amor. Posiblemente no viviré la siguiente vez que lo intentes.

Un saludo.

José


P.D. Si puedes, me gustaría que te informaras sobre el futuro de Rafaela. Creo que la extraño.