miércoles, 31 de agosto de 2011

poder y voluntad

Son aquellas veces en que sientes que se te cierra la garganta. Esa cosa que te asfixia, que te muerde y te hace pedazos. Ese sol que te golpea y te sigue dando de sonoros fusilazos hasta que no queda nada de ti. Eso que te quema, que te rasguña los adentros, que te arranca la piel, dejándote al rojo vivo. Reconocer que todo aquello por lo que luchas no es futil, pero saca lo más anémico de ti. Esos retos que te saben, te conocen y te destruyen. No ves nada, y te das de golpes contra aquella pared henchida de traumas, de dolores y fracasos. Aquellos corajes e inutilidades que hierven en el corazón y en la cabeza, listos para verterse en todo tu cuerpo como sangre envenenada, recordándote qué es lo que te domina. No eres tú, no es la sociedad. Y él sabe que sufres. Y él te ve ahí, todo débil y desamparado, gritando y pataleando, pidiendo milagros. Ahí entra la chispa, saber que debes hacerlo tú. Estás aquí, donde te toca vivir, donde están tus demonios y tus ángeles también. Ahí quedó aquél, el que todo ganó y nunca se esforzó, pero que todo lo obtuvo a pulso. Lo único que queda es el concepto de felicidad al que nos aferramos.

domingo, 14 de agosto de 2011

aquellas veces que no hay de qué escribir


Me recargo en mi asiento de la sala de espera en el aeropuerto buscando una manera de mejorar estéticamente mi caligrafía. Veo las noticias sin concentrarme, volviendo mi atención a los diferentes acentos que mi mente alcanza a detectar:

¿Qué decís? Can we get some water before the plane arrives? Chingao, se me quedó el regalo en el hotel.