pelo, dejándole minúsculos granos de arena hecha de
piedras y conchas disueltas a través del tiempo.
Y reía, mientras saltaba y corría. Esa risa entre cacara-
queo y burla, algo poco usual para un niño de corta edad.
Iba corriendo para escapar de los tristes y enojados niños
a los cuales les había destruido su castillo de arena por
medio de unas rápidas y certeras patadas.
El niño solo volteó a ver hacia atrás para asegurarse de haber
hecho el mayor estrago posible.
¿Por qué? Por el simple hecho de hacerlo. El volver a pensar
en lo que hizo le dio nuevas ganas de reír.
Esto no sucedió gracias a que tropezó, dándose de lleno
con la arena, con sus dientes masticando un sabor como
a pescado podrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario