lunes, 26 de julio de 2010

Parecía tan lejos.

Ya era tarde. El sol ya no se asomaba por los cerros y sólo quedaba su huella... unos cuantos rayos aún buscaban su lugar en el valle pero la Luna hizo que desistieran en el intento. Era esa hora del día en que no sabes si deberías alegrarte o entristecerte de su llegada. Una hora muerta. La hora perfecta para enterrar a un muerto.

Alejo estaba echando tierra sobre el cuerpo de Don Raúl con la pala. No había nadie que pudiera presenciar esto además de Alejo y los cerros, ya totalmente negros, vestidos de luto.

De la frente de Alejo caían gruesas gotas de sudor, aún cuando la noche auguraba una helada. Pero el joven seguía echando tierra y piedras sobre la tumba del viejo. El frío viento suspiraba y pasaba por entre los brazos de Alejo quitándole las ganas de seguir. De vivir.

De los ojos de Alejo comenzaron a salir pequeñas lágrimas contenidas. Intentó esconder su dolor bajo el sombrero y se secó las lágrimas con su camisa. No quería parecer aflijido por la muerte de Don Raúl.

Alejo dejó la pala por un momento para respirar. El viento seguía soplando en el valle y lo poco o nada de hierba que había en él parecía desprenderse de la tierra. La tierra sobre el cuerpo del viejo comenzó a removerse y hacer pequeños remolinos, descubriendo algunos dedos y la frente de Don Raúl.

“Parecía tan lejos. Este día se veía tan lejano, como si no fuera a pasar nunca. Uno pensaría que moriría antes yo que el cabrón de Don Raúl. No la vi venir. Parecía tan lejos. Don Raúl tenía cara de viejo desde que lo recuerdo, pero nunca lo veía cansado... ¿Huevón? Antes muerto, decía él... Qué frío hace.”

La cara de Don Raúl ya estaba totalmente descubierta. Tenía el ceño fruncido. Alejo
volteó la cara: “Aún quietito sigue dando miedo... Pero este día parecía tan lejos...”

Las nubes se movían rápidamente de su lugar. El viento empeoró... El cuerpo de Don Raúl ya estaba totalmente descubierto y Alejo sólo veía el cadáver... Alejo, con su cabeza bajo los hombros, se cubría la nuca con el cuello de la camisa: “Tan Lejos...”

Una corajuda ráfaga de viento levantó a Alejo del suelo, arrojándolo al pozo donde Don Raúl debía estar descansando en paz.

Continuas ráfagas de aire comenzaron a llenar la tumba de tierra durante algunos silenciosos minutos hasta que no había rastro de que alguna vez alguien haya cavado una tumba para su padre en ese lugar.

Los cerros empezaron a pintarse de verde, mientras que el sol rasguñaba el alba. El viento poco a poco se iba muriendo, al tiempo en que la luz inundaba la tierra fría del valle con calor. Se podían oír los últimos suspiros del viento diciendo “lejos... lejos...”

1 comentario:

Fernando Cantú dijo...

"Two thumbs up." Roger Ebert