domingo, 15 de septiembre de 2013

volando bajo

Perdóneme la mirada. Hace tiempo que mis ojos no obedecen al decoro, y se pierden al movimiento de su silueta al caminar.

Perdone usted a mi boca. El habla se tropieza al verla de frente, tan cerca de mí, y de mi deseo de acercar a su piel estos secos labios, queriendo humedecerlos y sentirla mía al besarla entera.

Le pido perdón por mis oídos. Están ansiosos de escuchar su falda, su tacón, pero sobre todo, su voz. Esa voz cadenciosa, rítmica y deliciosa que se convierte en una suave música, o en un hermoso poema.

Mil disculpas le pido, porque su existencia complica la mía. Perdí la libertad, estando encadenado a su cuerpo, su boca y su voz, y no queda nada más que resignarse y seguir disfrutando de todo eso que me tiene volando tan bajo.

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