jueves, 2 de septiembre de 2010

Una mesa y una mosca.

Tronaba como nunca afuera del pequeño departamento de Rosa.

Dentro del pequeño departamento lo único que se oía eran los
golpes húmedos de la lluvia contra los cristales. Rosa prendía
un cigarrillo, mientras el hombre la veía desde el otro lado del
cuarto.

Estaba sentado. Un vaso caliente de whisky en la mano. Sólo
removía su contenido: su mirada fija en Rosa. Una mosca se posó
en la mesa que separaba a la mujer y al hombre. Una mesa y
una mosca.

Rosa se sentó y prendió otro cigarrillo. Aún cuando los sepa-
raba la mesa y la mosca, había en el aire una cierta tensión:
Los dos no se atrevían a murmurar palabra. Se regodeaban
en el sepulcral silencio que los separaba pero que los unía
más que nunca, en ese pequeño departamento de un séptimo
piso de un edificio cualquiera.

Se sabe que el mundo no se detiene sólo por algo que le
sucede a un ser humano. En este caso, el mundo hizo una
excepción, deteniendo su movimiento eterno y manteniendo
la misma hora, el mismo minuto, el mismo segundo.
Disfrutando la pasión del instante, el intenso dolor de los
dos contendientes. La lujuria que encendía los ojos claros
de ambos.

Dos instantes eternos. Dos humanos unidos por la pasión
que los unió hace tiempo atrás. Dos cuerpos sin alma, ven-
dida hace tiempo ya, al diablo. Una mesa y una mosca.

Se oyó otro trueno fuera del departamento. La mosca voló.

El hombre y la mujer se avalanzaron uno al otro en deses-
peración, hartos del momento, hartos del dolor. Buscaron
en ellos mismos un frustrante alivio, mientras los dos
instantes se fundían en uno solo.

4 comentarios:

Gonzalo V. dijo...

Hermoso, esto es poesia pura David, cada vez disfruto mas de tus cuentos cortos... emserio...

David Villarreal G. dijo...

sinceramente agradezco tus comentarios Gonzalo
y espero que en España escribas más!
saludos!

Gonzalo V. dijo...

Acabo de subir dos entradas y pienso subir mas

Mauricio dijo...

Con razón ganó.
No lo había leído David.

Me parece majistral la manera en la que describes el momento. Usas un timing impresionante en tu cuento.

Sientes como si estuvieras ahí. Se detuvo el tiempo, te esperó a que vieras a la mujer, a la mesa y a la mosca.

Sin duda, un ganador.