domingo, 10 de octubre de 2010

Cáncer

Silencio no era. Ruido tampoco. Era una especie de asfixia que
llenaba cada mínimo espacio del bosque. Estaba en todos lados
sin saber que lo estaba. ¿Brisa? No. ¿Gritos de pájaros? Ninguno.
¿Rechinido de las hojas? Tampoco. Ese Todo era nada. Ese Todo
se escapaba de los límites de los objetos. Sus manos inexistentes
estrangulando al bosque, quitándole su verde intenso.

Ahora sí fue ruido. La tierra se movía. Se hizo un sonido como de
succión. El lodo y las hojas secas comenzaban a hacer formas ana-
tómicamente humanas. Salieron unos brazos de esa interminable
succión que llenó de ruido al bosque. Algo andaba mal. Algo ras-
caba y desgarraba los adentros del bosque. El Todo tenía una cara
monstruosa y totalmente perfecta. Salió de ese hoyo de donde
se formó.

Un pájaro se posó en uno de los árboles del bosque, mientras
que la brisa pegaba con dulzura a las hojas, haciéndolas sonar.

El Todo lloró.

3 comentarios:

Mauricio dijo...

Me encanta ed tu cuento que usas una simbología presente, unos símbolos que están ahí, pero simplemente no los vemos, y tu los viste en un bosque y nos los compartiste.

Me encanta que describes de tal forma que es como si vieramos una fotografía, que nosotros mismos com lectores, creamos.

Azure dijo...

Muy bueno David, Me gusto mucho por las diversas maneras en las que se puede representar lo que escribiste.

David Villarreal G. dijo...

¡muchas gracias por sus excelentes comentarios!... éste probablemente sea mi gallo que postularé para la siguiente edición de "puño y letra"